domingo, 23 de noviembre de 2008


SALVADOR IÑIGUEZ, AFORTUNADAMENTE

Salvador Iñiguez Castillo, nuevo Auditor General del Órgano de Fiscalización Superior (OFS) comparte con el resto de los aspirantes que quedaron en el camino los mismos atributos profesionales. Pero a diferencia de ellos, posee una virtud paradigmática que conviene exaltar en estos momentos: su vocación por el diálogo sin prejuicios.
Esta cualidad que no se puede desglosar en el currículum constituyó el "plus" que valoraron los diputados para confiarle el ente técnico auditor hasta ayer dirigido por Andrés García.
Se sabía que este proceso arbitrado por la XXIX Legislatura iba a entrar al final a una fase de empate técnico. Los currículums de unos y otros tenían el mismo peso específico. De ahí que el criterio definitorio fuese el de valorar un aspecto no medible con ningún sistema de puntaje, la capacidad de sumar voluntades disímbolas, dentro de la bancada mayoritaria primero, y dentro de las fracciones opositoras al PRI. Y fue ahí donde las miles de horas que Iñiguez ha dedicado toda su vida para tejer una excelente relación con el politburó local le valieron para obtener el puesto por los siguentes 7 años.

UN HOMBRE SIN FOBIAS
En un momento en que las filias y fobias exacerbadas erróneamente son percibidas como una fortaleza en los escalafones político-administrativos (y si no pregunten en el comedor de Liverpool), el economista Chava Iñiguez ha cimentado su ascenso a la posición más alta del OFS desplegando un activo que pocos ostentan: su amplio nivel de interlocución con todas las corrientes que definen o influyen en las decisiones estaduales.
El veredicto parlamentario lleva su moraleja. ¿Cuál? Que los blasones académicos o la experiencia documentada es nada si no van aunados de un atributo detonador de consensos: la confianza.
Y ayer sábado se notó esta visión que me parece afortunada. Las fuerzas representadas en el Congreso no apoyaron a quien no conocían, ni tampoco a los que presumían su identificación plena solo con una corriente determinada.
Para algunos de los aspirantes a dirigir el OFS bien podría aplicarse la frase de que "solo van al nopal cuando tiene tunas". Hacen antesalismo de ocasión. Solo adoran a un santo, pues.
Muy al estilo Churchill, Iñiguez Castillo no tiene problemas de fobias, pues durante su larga carrera en el servicio público ha sabido mantener diálogos permanentes con todos los grupos.
Practica -a nivel ejemplar- el concepto de "lealtad institucional" como pocos, en contrasentido a las lealtades perrunas que tanto critica Ernesto Acero, mi compañero de páginas, que vuelven a las personas simples hombres-alfombra.
Y como decíamos, en el aspecto formal, es un profesionista con vocación por la actualización constante. Suele emplear varias horas diarias -antes del alba- a leer articulistas especializados. Uno de los temas que le apasionan es el presupuesto participativo, una aportación brasileña al debate sobre democratización del poder.
Pero mas allá de su talento, la explicación del porqué él y no alguien más, está en su vocación por tender puentes, sin fobias. Así de sencillo.

DE BUENA FUENTE: Las primeras reacciones en torno al relevo en el OFS fueron de alivio. No sólo por el abanico de fortalezas que ostenta Chava Iñiguez, sino la preocupación de muchos actores -pánico, incluso- que mediante un albazo legislativo llegara a ese cargo un auditor tipo Richeliú, es decir, un alfil de una y sólo una corriente política.

Nos leemos mañana lunes.