viernes, 6 de marzo de 2009


El daño de los leales

Muchos litros de café han pasado por las mesas del Diligencias, La Terraza, Café Luna y otro sitios tepicenses para aderezar el debate de la lealtad como valor preeminente de los servidores públicos. Ernesto Acero ha dedicado muchos ríos de tinta a cuestionar la acepción acomodaticia que se le adjudica a ese valor. “La conciben en forma perruna, de una manera tal que quienes la practican se convierten en hombres-alfombra”, ha dicho reiteradamente. Coincido con él.
El tema lo retomamos ayer varios profesionistas y un servidor, agarrando de rebote la polémica desatada por el líder nacional del PAN, quién se congratuló por la llegada de un funcionario “leal” –Juan Molinar- en relevo de Luis Téllez a la SCT.
El ministro de la Corte Mariano Azuela dirigió una carta a los servidores públicos judiciales de la Federación, en mayo del 2003, en la que define el concepto de lealtad institucional: “Consiste en dar prioridad a la función que se desempeña, frente a otro tipo de actividades, aunque reconociendo que los compromisos familiares y conyugales merecen especial atención, puesto que la estabilidad en los mismos contribuye eficazmente en el buen desempeño judicial”. Así de sencillito.
A esta noción se le suele oponer otra sentido, la barroca, la de la lealtad entendida como juramento de sangre, como actitud de alerta permanente contra los complots y las conspiraciones, como espionaje a los enemigos (que son casi todos), como delación de los traidores (que son casi todos).
¿Qué tanto le conviene al país un funcionario “leal” como Molinar en SCT, si –como lo advierte Sergio Sarmiento, va a llegar a aprender? ¿Qué tantos avance puede gestarse con funcionarios leales pero sin pericia? ¿Cuánto gana la sociedad con decisiones públicas construidas desde el empirismo?

LA CRÍTICA DETRÁS DE LA FRANQUEZA
“Me cae que extraño los tiempos del PRI” soltó francote Luis Téllez en una de sus conversaciones telefónicas. Una herejía para los panistas. Esa frase detonó –más que cualquier otro exabrupto verbal- su salida del gabinete calderonista. No se animaron los leales blanquiazules a ponerse en el espejo, a hurgar el trasfondo de esa expresión, a explicarse porque un hombre talentoso y experimentado se sentía incómodo en medio de tanto funcionario cuyo atributo máximo es la lealtad.
Los “leales”, pues, no son tan benéficos para México, o para las entidades federativas. Los encuentra uno en muchos lados, en muchos niveles de gobierno Júzguese mi aserto a la luz de las predicciones electorales más recientes, como la de María de las Heras. Calderón desdeñó otros atributos ideales en el servicio público –capacidad, experiencia, honestidad, sensibilidad social, vocación de servicio- y seguramente el 5 de julio próximo se lo reprocharán los electores.
Lo mejor de este zipizape es que sirve para que todos actualicemos criterios respecto al asunto de la lealtad, a qué, a quién, ¿sola o acompañada de expertise?
¿Conoce usted algunos casos de servidores públicos “leales”?

DE BUENA FUENTE: Un abrazo solidario a Héctor Paniagua, por el momento difícil que viven él y su familia.