A principios del 94 la
clase política nayarita se cimbró al conocer los nombres de quiénes fueron
ungidos candidatos a senadores por el PRI: el general Álvaro Vallarta Ceceña
(QEPD) y el economista José Luis Medina Aguiar.
Muchos hombres y mujeres
ligadas a la política local se extrañaron. No los conocían. A diferencia de
otros actores locales, como Félix Torres, José Manuel Rivas, Antonio
Echevarría, Alejandro Rivas o Lucas Vallarta, los recién designados
no gozaban de la misma popularidad.
El día de la recepción de
los candidatos en el aeropuerto de Pantanal, la dirigente del Movimiento
Territorial Patricia Castillo ejemplificó muy bien la circunstancia que
vivían los compañeros de fórmula; se adelantó al contingente de fuerzas vivas
del tricolor –matracas y pancartas en mano- y extendió su diestra a un hombre
moreno, delgado y de lentes: “Bienvenido General”. Cortés, el recién llegado
agradeció la calidez del saludo, pero aclaró de buen humor: -El General es él, yo soy José
Luis Medina-.
“UN PLACER CONOCERLE”
El propio Medina,
años después, me narró un interesantísimo detalle sobre su nominación. Cuando
la dirigencia nacional le confirmó que él y el general Vallarta serían
candidatos, de inmediato buscó con sus contactos el teléfono del militar. En
cosa de minutos estaban platicando. “Oiga General, pues ya que vamos a andar
muchos días juntos en campaña, qué le parece si nos vamos conociendo”, le
propuso. –Claro que si, qué le parece si vamos a cenar hoy mismo-, replicó el
santiaguense.
En la charla telefónica
ambos indicaron su ubicación y acordaron verse en un restaurant que quedaba en
un punto intermedio. Medina Aguiar reflexionó que sería algo molesto
tener que estar recorriendo las mesas para dar con su interlocutor de esa
noche. Entonces decidió llegar antes al lugar del encuentro para que la
pesquisa recayera en el General.
Para fortuna de ambos, Medina
era la única persona sentada sola en una mesa. Fue fácil para el General Vallarta
saber quién era su compañero de fórmula. Esa noche se conocieron. Nunca antes
en sus vidas habían cruzado palabra.
Eso fue en el 94. Por
alguna razón recordé la anécdota y quise compartirla con ustedes.
En esa ocasión el “efecto Colosio”
llevó miles de votos a favor del PRI a las urnas. Algo parecido a lo que puede
suceder este 2012 con Enrique Peña Nieto. Es una apuesta arriesgada.
Antes funcionó. Esta vez… puede que también funcione, pese a que las encuestas
dibujan el altísimo riesgo de hacerlo así.
DE BUENA FUENTE: Será hasta el martes 7 de febrero y no mañana
viernes, cuando el PRI abra el registro de aspirantes a precandidatos a
diputados federales. La medida es oxígeno puro para los políticos de probeta
que están en fase intensa de proselitismo para que la gente –cuando menos- los
reconozca en la calle.
Parece que la dirigencia
estatal del PRI confía bastante en el efecto que Peña Nieto tendrá en
los votantes, pues no se explica de otra forma la aparente decisión de poner en
las boletas a elementos con endeble popularidad.