miércoles, 6 de abril de 2011

¿Habrá veto a ciertos precandidatos del PRI?

Pocas personas dieron tanto a una ciudad como Pedro Ramírez Vázquez. En sus restiradores se bosquejaron obras que cambiaron la faz del DF. Diseñó mercados, museos, multifamiliares, edificios corporativos y oficinas gubernamentales. Dos de sus creaciones, sin embargo, quedaron para siempre –más que ninguna otra- en el corazón de los chilangos: la Basílica de Guadalupe y el Estadio Azteca, íconos de las dos religiones que mueven masas hoy día.

Exrector de la Universidad Autónoma Metropolitana, exsecretario de Estado y con doctorados honoris causa por racimos, en 1988 lo postuló el PRI a senador por el DF. En campaña sus opositores poco podían reprocharle. Lo trataron con respeto. El día de la jornada electoral, en su partido le dieron la mala nueva: “Perdió arquitecto, nos ganaron los del PRD”. Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez tomaron protesta como integrantes de la llamada cámara alta.

Al votar por una fórmula y no individualmente, muchos electores le dieron la espalda al ilustre arquitecto. Con él en las boletas iba el líder de la CTM en el DF, Joaquín Gamboa Pascoe, quien ya desde entonces gustaba de trasladarse en sus actos de campaña en lujosos Mercedes Benz y Cadillacs. Un pillo.

LA RALEA DE LA RALEA

La anécdota es útil en estos días de decisiones partidistas. Muchos de los aspirantes a las candidaturas cargan con un patrimonio debilitado, con muchos pasivos y pocos activos. En su pasado reciente, en los cargos públicos, al amparo del cobijo político llevaron a la práctica todo el catálogo de vicios históricos imputables al PRI: Por igual le dieron cargos a parientes e inexpertos amigos, que se enriquecieron su capital mediante exacciones a proveedores, que otorgaron onerosísimos contratos lesionando al erario, y –en un caso muy marcado- tomaron decisiones desastrosas desde su tolerada impericia.

En el esquema de cuotas de poder uno pensaría que cada corriente puede designar libremente en los espacios negociados. Sin embargo, existen razones para pensar que es dable ejercitar el derecho de veto, una de las reglas no escritas del partido tricolor.

Son “cuadros” noveles que si bien despiertan entusiasmo en sus bastiones, salen reprobados en la tasa de rechazo. Es decir, no crecerán en las campañas. Llegan con el estigma de simbolizar antivalores que los electores detestan. Su rostro en la boleta es una invitación abierta a que inicien las contracampañas.

Llegaron a la arena política de improviso. Se hicieron en horno de microondas. Son leales, nadie lo discute. Defenderán lo hecho y lo mal hecho, por igual. Rehuirán cualquier debate. Son endebles, altamente vulnerables. Parafraseando al ya citado Porfirio, podemos sintetizar que representan a “la ralea de la ralea”, es decir, de lo peor, lo peorcito.

Si el war room de Roberto Sandoval no negocia criterios con la dirigencia nacional para otorgar las candidaturas a diputados, alcaldes, síndicos y regidores, se le pueden colar este tipo de elementos cuyos clones ya se mostraron en cargos de elección popular en 2005 y 2008 y cuyo legado político, al estilo de don Fernando Marcos, se puede sintetizar en 4 letras, no palabras: NADA.

DE BUENA FUENTE: No estuvo el gobernador Ney González en la comida que 15 de 17 gobernadores priístas tuvieron con Humberto Moreira el pasado lunes 4. Tampoco asistió el gobernador quintanarroense Félix González. En cambio, ya asistió a ese club de élite el virtual candidato Roberto Sandoval. La ausencia de Ney bien podría interpretarse como un gesto de cortesía política a quien pretende sucederlo, para no hacerle sombra. En la liturgia tricolor es bien apreciado ese tipo de detalles. ¿O habrá que decodificar algo más?