Detalles
de una charla en alguna sala de espera
Por Enrique HERNÁNDEZ QUINTERO / Exclusivo MERIDIANO
Faustina es una vecina políticamente correcta. Nunca falta
a las reuniones del comité de acción ciudadana, ni a las de su seccional, del
PRI, obvio. En su Alcatel tiene
registrados los celulares de media docena de políticos locales. No ha habido
campaña en los últimos 11 años en la que no haya participado con entusiasmo.
EL DRAMA DE NO TENER AHORROS
El jueves pasado necesitó de la ayuda de sus encumbrados
contactos. Su oftalmóloga del IMSS le recetó unas gotas que resultó imposible
encontrarlas en la farmacia del instituto. “Cómprelas para que no desarrolle
glaucoma”, le sugirió a manera de consejo.
Sin embargo, el precio del medicamento le
resultaba prohibitivo. Su salario es el mismo desde hace 4 años. Apenas
sale “tablas” en la relación ingreso/egresos.
Buscó a su amigo, ese con quien se coordina
cada que hay campañas electorales. “Ya no vive aquí” le explicó un velador. El
funcionario se había mudado a un fraccionamiento lejos de esa colonia de calles
empedradas en la que abundan talleres mecánicos y depósitos de cerveza.
Apenas era el segundo favor que iba a pedir Faustina a algún personaje del poder.
Un par de año antes pidió empleo para su hija menor. Jamás la contrataron. Pero
esta vez era distinto. Se trataba de un caro remedio (Travoprost) para que ella no perdiera la vista a causa de la
diabetes. –No me van a decir que nó, yo les he ayudado mucho- pensaba.
POR VEZ PRIMERA EN UN FRACCIONAMIENTO DE LUJO
Hizo tamales. Nunca le gustó llegar con las
manos vacías a pedir favores. Escogió una docena de los mejor surtidos y con
las señas que le dio el velador fue temprano a buscar en su casa a su amigo el
funcionario.
Después de dos combis y una buena caminata
llegó a la nueva morada de su ex vecino. Eran las ocho y media. –Ojalá y no se
haya ido-, se decía a sí misma, mortificada, mientras buscaba un timbre o
campana para anunciarse. No hubo necesidad. Las cámaras de vigilancia ya habían
captado su presencia. Salió un ayudante a inquirirla.
Se le dijo que el licenciado (recientemente
había obtenido el título en una universidad privada) estaba corto de tiempo,
que quizá no la pudiera recibir. Ella esperó en la banqueta 20, 25 minutos,
hasta que por fin salió el inquilino.
Se abrazaron al estilo priísta, un abrazo seco
y un par de palmadas en la espalda. Las preguntas de rigor. -¿Cómo estás? ¿Cómo
está la colonia? ¿Ya techaron la iglesia verdad? ¿Ya los visitó el regidor para ver el problema del
alumbrado?-. Ella le dio copia de la receta. El volteó a ver a su chofer y le
indicó que le recordara al mediodía para enviarle el apoyo.
YO GANO, TODOS PIERDEN
Tres minutos después él ya iba en su recién
estrenada pick up doble cabina rumbo a su trabajo. Ella se quedó admirando la
elegante finca en la que un jardinero podaba crotos.
A mediodía el chofer de su amigo le llevó 100
pesos. “Aquí le manda este apoyo el licenciado”.
-Hijo de la chingada-, maldijo ella. El
medicamento valía más de mil. Se lo dijo.
Al igual que a Humberto Moreira, pero a escala, su ex vecino transformó su estilo
de vida dramáticamente en menos de cinco años. Se hizo de casas, de carros,
prácticamente sin pudor.
Le dio rabia pensar que la docena de tamales
caseros (costilla, picadillo, pollo y mole verde) costaban más de la limosna
obtenida.
Y así, en un abrir y cerrar de ojos, deseó que
tarde o temprano su exvecino sea castigado severamente. Como Moreira.
DE BUENA FUENTE: Rumores de que precisamente el 28 de enero –día en que se anuncia
el tradicional evento de Antonio
Echevarría García- el estridente “Layín”
intentará hacer sombra al empresario.
Lo real es que
en las últimas encuestas serias de fines del 2015, en todas, se retrató el
desbancamiento del edil sanblaseño en el primer lugar de intención del voto.
Algo debe hacer
si quiere mantenerse como un aspirante competitivo en 2017.
Twitter: @ehq