lunes, 18 de enero de 2016

Los clones de Moreira


Detalles de una charla en alguna sala de espera

Por Enrique HERNÁNDEZ QUINTERO / Exclusivo MERIDIANO

Faustina es una vecina políticamente correcta. Nunca falta a las reuniones del comité de acción ciudadana, ni a las de su seccional, del PRI, obvio. En su Alcatel tiene registrados los celulares de media docena de políticos locales. No ha habido campaña en los últimos 11 años en la que no haya participado con entusiasmo.

EL DRAMA DE NO TENER AHORROS
El jueves pasado necesitó de la ayuda de sus encumbrados contactos. Su oftalmóloga del IMSS le recetó unas gotas que resultó imposible encontrarlas en la farmacia del instituto. “Cómprelas para que no desarrolle glaucoma”, le sugirió a manera de consejo.
Sin embargo, el precio del medicamento le resultaba prohibitivo. Su salario es el mismo desde hace 4 años. Apenas sale “tablas” en la relación ingreso/egresos.
Buscó a su amigo, ese con quien se coordina cada que hay campañas electorales. “Ya no vive aquí” le explicó un velador. El funcionario se había mudado a un fraccionamiento lejos de esa colonia de calles empedradas en la que abundan talleres mecánicos y depósitos de cerveza.
Apenas era el segundo favor que iba a pedir Faustina a algún personaje del poder. Un par de año antes pidió empleo para su hija menor. Jamás la contrataron. Pero esta vez era distinto. Se trataba de un caro remedio (Travoprost) para que ella no perdiera la vista a causa de la diabetes. –No me van a decir que nó, yo les he ayudado mucho- pensaba.

POR VEZ PRIMERA EN UN FRACCIONAMIENTO DE LUJO
Hizo tamales. Nunca le gustó llegar con las manos vacías a pedir favores. Escogió una docena de los mejor surtidos y con las señas que le dio el velador fue temprano a buscar en su casa a su amigo el funcionario.
Después de dos combis y una buena caminata llegó a la nueva morada de su ex vecino. Eran las ocho y media. –Ojalá y no se haya ido-, se decía a sí misma, mortificada, mientras buscaba un timbre o campana para anunciarse. No hubo necesidad. Las cámaras de vigilancia ya habían captado su presencia. Salió un ayudante a inquirirla.
Se le dijo que el licenciado (recientemente había obtenido el título en una universidad privada) estaba corto de tiempo, que quizá no la pudiera recibir. Ella esperó en la banqueta 20, 25 minutos, hasta que por fin salió el inquilino.
Se abrazaron al estilo priísta, un abrazo seco y un par de palmadas en la espalda. Las preguntas de rigor. -¿Cómo estás? ¿Cómo está la colonia? ¿Ya techaron la iglesia verdad?              ¿Ya los visitó el regidor para ver el problema del alumbrado?-. Ella le dio copia de la receta. El volteó a ver a su chofer y le indicó que le recordara al mediodía para enviarle el apoyo.

YO GANO, TODOS PIERDEN
Tres minutos después él ya iba en su recién estrenada pick up doble cabina rumbo a su trabajo. Ella se quedó admirando la elegante finca en la que un jardinero podaba crotos.
A mediodía el chofer de su amigo le llevó 100 pesos. “Aquí le manda este apoyo el licenciado”.
-Hijo de la chingada-, maldijo ella. El medicamento valía más de mil. Se lo dijo.
Al igual que a Humberto Moreira, pero a escala, su ex vecino transformó su estilo de vida dramáticamente en menos de cinco años. Se hizo de casas, de carros, prácticamente sin pudor.
Le dio rabia pensar que la docena de tamales caseros (costilla, picadillo, pollo y mole verde) costaban más de la limosna obtenida.
Y así, en un abrir y cerrar de ojos, deseó que tarde o temprano su exvecino sea castigado severamente. Como Moreira.

DE BUENA FUENTE: Rumores de que precisamente el 28 de enero –día en que se anuncia el tradicional evento de Antonio Echevarría García- el estridente “Layín” intentará hacer sombra al empresario.
Lo real es que en las últimas encuestas serias de fines del 2015, en todas, se retrató el desbancamiento del edil sanblaseño en el primer lugar de intención del voto.
Algo debe hacer si quiere mantenerse como un aspirante competitivo en 2017.

Twitter: @ehq