Debo decir que estoy asombrado. Percibo una animosidad contra el régimen que no es la típica de un sexto año de gobierno. Hay enjundia en el reclamo, en la crítica. En cualquier tema que se procese en redes sociales brinca el enfado de los nayaritas contra la inseguridad.
Los “ya basta” se repiten, cada vez más generalizados. Eso entre los internautas. Pasa lo mismo entre los líderes de las corrientes políticas. Muchos de ellos conocen encuestas. Saben que la calificación de la sociedad a las autoridades en este 2010 dista mucho de los 90 o más puntos de hace 2 años. Hay una caída de algunos 25 puntos.
Y en ese entorno, es dable un golpe de timón.
CAMBIAR, NECESARIO
El último año de un sexenio, aconsejan los enterados, debe procesarse de manera distinta. Con mesura, ánimo incluyente, criterios de aministía, operaciones cicatriz y tendido de puentes.
De mantenerse la inercia que se gestó a partir del segundo y tercer años –los hechos contradiciendo al slogan “Todos somos Nayarit”- el discurso y las acciones gubernamentales unirán a muchos, pero en contra.
El tema de la inseguridad ha potenciado la confrontación que ya vivía Nayarit. Por un lado los del “cómo sí” (los buenos) y en otro los del “cómo nó”, los malos. Lo que en un inicio fue una campaña para promover el reemplazamiento se tornó en una manifestación de fidelidad y adhesión al proyecto político presente y –recientemente- al transexenal.
Cualquiera que entienda un poco los códigos de la esfera pública podría sugerirle a Ney González que explote una de sus fortalezas: su capacidad de reacción para adaptarse a nuevos entornos.
Queda claro que hay 2 vertientes de trabajo obligadas: una que tiene que ver con darle más espacio -hechos, no retórica (y menos aún, retórica desafortunada)- al tema de la inseguridad en la agenda gubernamental, en detrimento de asuntos que –en contraste con la realidad coyuntural- pueden catalogarse con frívolos o triviales.
EL HORNO NO ESTÁ PARA BOLLOS
Y la otra que implica recalibrar el estilo gubernamental para adaptarlo a lo que debe ser un sexto año. Es decir, un golpe de timón. Cosa más difícil. La verdad es que detrás de los íconos de la lealtad sexenal –la ola roja, por ejemplo- existe un proceso de adoctrinamiento fundado en la dicotomía amigo-enemigo. De ahí que muchas veces la resistencia a dialogar simplemente (ni pensar en pactar o acordar) esté fundada en la idea de la traición. Es decir, en el credo de los fidelizados –y las redes sociales son vitrinas claras de esto- persiste la vieja escuela de que el adversario político es un enemigo al que hay que combatir. En el mismo tenor yo pregunto ¿Y si el ejército contrario es claramente superior?
Todo lo anterior viene a colación por un asunto que pudiera entenderse como trivial, pero que es –sin duda- simbólico. Un amable ejercicio propuesto por Ney en su página de Facebook para proponer mejoras a un spot televisivo sobre playas limpias, detonó una lluvia de agrios comentarios sobre la situación de violencia que vive Nayarit. Varios aliados del mandatario que conminaban a la cordialidad y la mesura fueron atropellados por la prosa iracunda (“Ya basta”) de un buen número de internautas. La teoría de los complots –que no admite la espontaneidad de los internautas-, la verdad, no ha sido comprada por la ciberaudiencia.
Por si no fuera suficiente con las encuestas, este tipo de datos nos hacen ver que se antoja un viraje en el estilo de hacer las cosas.
DE BUENA FUENTE: Un fuerte abrazo a mi madre, Armida Quintero, hoy en su cumpleaños. Que siga sana y activa muchas décadas más.