viernes, 5 de junio de 2009

La arquitectura jurídica pendiente

Reformar la Constitución es una de las más fuertes tentaciones sexenales. Pero uno de los riesgos de esta empresa es que se supedite el contenido al cascarón, que el efecto cosmético domine a la refundación de instituciones.
El tema no está en la agenda visible de los nayaritas, pero el que sí está es la necesidad de que el gobernador Ney González consolide su imagen de modenizador con una arquitectura jurídica para dar pie a una nueva era en la historia política local.
No debe Ney llegar al 2011 sin haber propiciado una transformación institucional que se ha quedado atorada por varios factores, el más importante, la falta de oxígeno en el debate. La operación política del gabinete fijó diques al diálogo, en septiembre del 2005, para operar una agenda impecable en la parte técnica, a cargo de Pablo Montoya, interesante en el aspecto social, pero cuestionable en cuanto a los fines políticos.
Hoy sin embargo, Ney González ha instaurado una dinámica sin reversa vía Internet, que se antoja como marco ideal para procesar tareas mayores, una vez que el Ejecutivo ha calibrado su eficacia como outsourcing de facto. Y por otro lado, políticamente hay condiciones para un diálogo óptimo, sin el escenario de oposición ciega de fines del 2005.

REFORMAS HECHAS A LA ANTIGÜITA
Son 4 o 5 los temas en los que se advierte una necesaria y profunda modificación legal. Obviamente el tema electoral cuya distritación, por ejemplo, atenta contra cualquier lógica demográfica; el esquema de rendición de cuentas en el que la transparencia administrativa es letra muerta en el ámbito municipal; la reglamentación de la actividad burocrática, ausente de justicia premial, espacio para el cuatachismo; y el sistema de compras y asignación de contratos, en el que el albedrío decide y la corrupción campea.
El gobierno de Ney González ha impulsado reformas legales admirables, pero inocuas desde la perspectiva de imagen sexenal. ¿Por qué? Porque se confeccionaron al viejo estilo, copiadas de legislaciones ajenas, se aprobaron en el Congreso con la clandestinidad de siempre, se publicaron en un periódico oficial que sólo una minoría burocrática revisa por obligación, y –lo más importante- porque a muchos nayaritas el inicio de su vigencia no les vino a resolver ningún problema.
Es momento de que la Secretaría General de Gobierno aporte el lustre que ya han hecho otras dependencias, cuyos logros servirán para moldear un juicio histórico favorable a Ney. Es cierto, hay poco tiempo para procesar un paquete de reformas democráticamente moldeadas, pluralmente consensuadas, socialmente anheladas y magníficamente difundidas. El perfil de Roberto Mejía sí sirve para encabezar un proceso de auscultación ciudadana. Es buen momento para que se vaya gestando la herencia legislativa del sexenio, herramientas valiosas para modificarle la cara a varios aspectos de la operación institucional.
De no ser así, luego no vamos a saber responder la pregunta: ¿Qué hizo la Secretaría General de Gobierno en el sexenio de Ney?

DE BUENA FUENTE: Radio Aztlán, bajo la dirección de Christian Wertz, está encabezando el listado de los medios electrónicos que difunden bajo criterios de equidad la actividad de las campañas electorales, un hecho que ha consignado el IFE en sus reportes semanales.
El monitoreo que hace esta institución es muy riguroso y por tanto plausible el trabajo plural de la radio pública de los nayaritas.

DE BUENA FUENTE 2: ¿Qué pensará el constructor Alfredo Madrigal Zambrano, presidente del Consejo Empresarial de Nayarit (CEN), de la queja publicitada ayer jueves por el columnista Carlos Loret de Mola? La transcribo: “Se volvió a despachar con la grande el “negrito de todos los arroces”. El Consejo Coordinador Empresarial denunció que en los estados, los gobernadores fundan CCE’s patito para tenerlos de aplaudidores. En el feudo del Golfo, ¡hay tres!”.
Hay que recordar que en la organización que preside Madrigal no forman parte ni la COPARMEX, ni la CANACINTRA, y ese adjetivo de ser gremio patito podría calar.