A todo mundo ha sorprendido el despliegue hecho por Alejandro Galván en espectaculares y otros medios. “En Nayarit todo es posible” reza uno de sus lemas, altamente descriptivo de su circunstancia y su posibilidad, lejana según muchos. Si consideramos la cercanísima relación que este empresario de la publicidad tiene desde hace varios años con el gobernador Ney González, deducimos entonces que la actividad proselitista que ha desplegado en todo el estado –incluso donde no llegan las ondas hertzianas de Radio Capital 980, una de sus empresas- es porque quiere jugar el mismo rol que el doctor Omar Reynozo (toda vez que el doctor Roberto Mejía ha dicho que no desea buscar la gubernatura el año entrante): ser el delfín en la sucesión.
Los críticos de su aspiración han enarbolado básicamente dos críticas: su impedimento estatutario para ser gobernador –por no haber desempeñado previamente un cargo de elección popular-, y su aparentemente tierna militancia.
TRES FACTORES QUE DEFINIRÁN SI VA O NO VA
Las posibilidades de que su aspiración fragüe dependerán de la conjugación de varios factores; el primero es que el PRI decida ir en alianza con otro partido en las elecciones del 2011 (al haber coalición se dejan sin efecto los requisitos estatutarios para ser candidato). Esa es una decisión cupular del Comité Ejecutivo Nacional.
El otro factor para que Galván pueda ser considerado a una candidatura es que se geste el escenario del delfín, como sucedió en Tamaulipas recientemente, en donde el gobernador priísta -con un descomunal 97 por ciento de aprobación ciudadana- operó para designar a su exsecretario de salud. Esto es, que el gobernador Ney González mantenga o incremente su alto posicionamiento entre la ciudadanía para que su capacidad de maniobra –con encuestas en la mano- le permitan poner al candidato del PRI sin problemas. En todas las elecciones posteriores al 2000 los gobernadores priístas han designado al candidato de su partido para sucederlos en el cargo, con 2 excepciones: Durango y Chihuahua.
Una última condicionante tiene que ver con lo mucho o poco que pueda crecer Galván, pues si opta por explorar la vía de ser el delfín, es decir, el candidato del gobernador saliente, tendrá que superar en popularidad a otros que estén en ese mismo carril: o Raúl Mejía, o Roberto Mejía, u Omar Reynozo.
De ninguna forma se pensará en Galván si el escenario interno del PRI a principios del 2011 es favorable a un tercero en discordia, pues existe un enorme consenso de que ese rol corresponde al diputado federal Manuel Cota, tal como lo fue Lucas Vallarta en el 99, pues su perfil aglutinador y conciliados le permite tener derecho de picaporte y diálogo con los otro aspirantes.
Si Galván entiende el entorno sabrá que su reto es difícil; pero no por ello se amilana. Hay que reconocerle que su intenso activismo debería ser ejemplo para algunos integrantes del gabinete que le tienen flojerita a la calle.
Quizá sea bueno que Alejandro Galván –acorde a la frescura con la que se maneja- empiece a transparentar un poco el costo de su acciones proselitistas, pues se ha dado el lujo de incluir un autobús y de hacer numerosas rifas de regalos en los festivales musicales que presenta.
En un ambiente un poco amodorrado, este empresario le ha puesto sal y pimienta al ambiente preelectoral. Y eso hay que agradecérselo.
DE BUENA FUENTE: No la vimos en Nuevo Vallarta (¿fue invitada?), pero ayer en Tlaxcala la diputada nayarita Martha Elena García fue una de las integrantes de la comitiva que acompañó al presidente Felipe Calderón.