Hace algunos años, el jurista Gerardo Laveaga publicó un relato de la más difícil experiencia que vivió como Director de Comunicación Social de la Suprema Corte de Justicia de la Nación; cuando los señores Ministros resolvieron sobre la práctica bancaria de cobrar intereses sobre intereses: la constitucionalidad del anatocismo.
Laveaga narró como los integrantes del máximo Tribunal se negaron a salir a los medios tras dictar sentencia, en un marco social dominado por las protestas de los barzonistas.
Los reporteros, ante eso, solo tuvieron posibilidades de entrevistar a los líderes de
los deudores afectados, quienes quedaron –ante el público nacional- como víctimas de una conspiración.
Tras dos semanas de críticas, Laveaga entendió que su rol era convencer a los Ministros de argumentar su postura a la sociedad. Finalmente éstos explicaron públicamente los elementos para apoyar el anatocismo. “A partir de ese día, las críticas empezaron a menguar. Pronto se extinguieron”, explica Laveaga.
En un excelente artículo de hace algunos años, confiesa: “Aunque yo estaba satisfecho con el desenlace, me frustró que hubiera tardado tanto en efectuarse un ejercicio tan sencillo. Conocía las causas de la dilación -los funcionarios mexicanos no están acostumbrados a rendir cuentas a la sociedad-, pero ello no evitó que me doliera el desgaste de la institución”.
¿COMUNICACIÓN SOCIAL O PROMOCIÓN PERSONAL?
Como moraleja del episodio, Laveaga nos dice: “Muchos caminos se destrabarían si aquellos servidores o ex servidores públicos señalados por la duda estuvieran obligados a dar una explicación”.
Los famosos “por qué” que los ciudadanos quisieran escuchar de sus autoridades, muchas veces no se escuchan. Increíblemente hoy la tecnología les posibilita a los gobernantes lo que antes era utopía: contestar en tiempo real sus cuestionamientos.
Una de las fortalezas coyunturales del gobernador Ney González es esa: la interactuación con los nayaritas, vía Internet. He visto como muchas disfunciones institucionales se han denunciado y resuelto por esta vía, y el caso de la clínica SoRID ejemplifica las posibilidades que tiene hoy el buen uso de la red.
Lamentablemente otras autoridades ni tienen a la comunicación por Internet como fortaleza, ni tampoco resuelven las demandas de información de sus gobernados por las vías tradicionales.
Ayer, en Facebook, una usuaria de nombre Isaura Muro se quejaba con razón de que una importantísima calle de esta ciudad se cerró sin que nadie avisara de ello a vecinos o automovilistas. Al momento de su posteo habían pasado 96 horas sin que las autoridades hubiesen informado de las vías alternas. Por ahí se registró un compromiso de que este miércoles un funcionario explicaría algunas medidas para no afectar la vialidad. Es decir, 5 días –o ciento y tantas horas- después. Demasiado tarde, pues creo que muchas familias encontraron ya, por su cuenta y sin asistencia institucional- el mejor camino posible.
Digo, para ello hay una partida presupuestal. Para que se le informe a la sociedad, no para la promoción personal.
Por cierto, el artículo de Gerardo Laveaga aludido se titula “Gobernar es comunicar”. Por ello la gente luego se queja de que hay malos gobernantes, porque son malos comunicadores.
DE BUENA FUENTE: Ayer fue día de trabajo para cuando menos una empresa encuestadora. A un mes y días del cierre de campañas se antojan ajustes a las estrategias de 3 o 4 candidatos. Cometen los errores típicos: hacer proselitismo sólo entre los leales y débiles acciones para atraer a los indecisos, esos que constituyen un tercio del electorado.
miércoles, 27 de mayo de 2009
RPG, un arte en desuso
Por ahí de la madrugada del domingo recibí una llamada a mi celular; acostumbro programar mi Blackberry para que esté en silencio durante las noches, con excepciones para cuando me intenten buscar solamente algunas personas determinadas. Es una función extraordinaria en este tipo de aparatos.
El domingo no me reporté, como acostumbro hacerlo con las llamadas perdidas. Anduve entretenido buscando detalles del caso El Monteón. Por ahí del mediodía me llamaron del mismo número. Una muy amable servidora pública buscaba a un amigo mío que cumplía años ese día. Varias veces antes me había pasado lo mismo. Marcaban a mi celular preguntando por él. Algún error en los directorios telefónicos institucionales. Le indiqué el número correcto y tan tán.
Me gustó el detalle. Un altísimo funcionario atento a las relaciones públicas. Que a uno lo recuerden en las fechas importantes, como los cumpleaños o la navidad, es un gesto que sirve para aterciopelar las relaciones entre la clase política y otros actores de la vida pública.
HACER AMIGOS, ABRIR PUERTAS
Pocos personajes locales tan atentos a estos importantísimos detalles. Ana Vásquez Colmenares, una de la expertas en marketing político, en diversas ocasiones, invitada por Ney González, ponderó las grandes ventajas que tiene para la autoridad hacer un correcto ejercicio de las RPG –relaciones públicas gubernamentales-, término acuñado por Manuel Alonso.
Por esta razón nunca me molestó que buscaran en mi número de celular a otra persona, porque en el fondo simpatizaba con la idea de que alguien siguiera practicando uno de los rituales olvidados por muchos de los neo-políticos y neo-funcionarios.
Deduje que por eso me llamaron en la madrugada; porque la operadora quería que su superior, el funcionario, fuera de las primeras personas en felicitar a mi amigo por su onomástico. Hasta ese detalle cuenta.
Justo ayer, cuando batallaba por encuadrar el tema de esa columna, recordé el tema, pues un amigo periodista propuso en Facebook una iniciativa para dejar de llamarles “amigos” a políticos y funcionarios. “Creen que con sobarte el lomo ya la hicieron, y que eso les da derecho a reclamarte algo cuando quieras. Somos amigos cuando te ocupan, pero cuando los ocupas son servidores públicos celosos de su deber”, me explicó.
Su queja es creíble. Una gran cantidad de personajes públicos en el Nayarit de hoy no recorrieron el escalafón tradicional, que servía para que aprendieran reglas escritas y no escritas. La meritocracia, como le llama Porfirio Muñoz Ledo. De ahí que su actuación sea desabrida, les falta tacto, son burdos. Quizá sean eficientes en sus labores oficiales, pero el crecimiento que usualmente iba aparejado con la función gubernamental no lo vemos. Por ello les auguro un futuro incierto en la política. Se acabará el sexenio y su red de amigos no crecerá.
En ese entorno, tiene mucho más brillo las acciones de relaciones públicas que tienen esos tres o cuatro hombres diestros en hacer amigos –Ney González, Gerardo Gangoiti, Héctor Béjar, entre otros pocos, muy pocos-, aunque a veces no llamen al celular correcto.
El domingo no me reporté, como acostumbro hacerlo con las llamadas perdidas. Anduve entretenido buscando detalles del caso El Monteón. Por ahí del mediodía me llamaron del mismo número. Una muy amable servidora pública buscaba a un amigo mío que cumplía años ese día. Varias veces antes me había pasado lo mismo. Marcaban a mi celular preguntando por él. Algún error en los directorios telefónicos institucionales. Le indiqué el número correcto y tan tán.
Me gustó el detalle. Un altísimo funcionario atento a las relaciones públicas. Que a uno lo recuerden en las fechas importantes, como los cumpleaños o la navidad, es un gesto que sirve para aterciopelar las relaciones entre la clase política y otros actores de la vida pública.
HACER AMIGOS, ABRIR PUERTAS
Pocos personajes locales tan atentos a estos importantísimos detalles. Ana Vásquez Colmenares, una de la expertas en marketing político, en diversas ocasiones, invitada por Ney González, ponderó las grandes ventajas que tiene para la autoridad hacer un correcto ejercicio de las RPG –relaciones públicas gubernamentales-, término acuñado por Manuel Alonso.
Por esta razón nunca me molestó que buscaran en mi número de celular a otra persona, porque en el fondo simpatizaba con la idea de que alguien siguiera practicando uno de los rituales olvidados por muchos de los neo-políticos y neo-funcionarios.
Deduje que por eso me llamaron en la madrugada; porque la operadora quería que su superior, el funcionario, fuera de las primeras personas en felicitar a mi amigo por su onomástico. Hasta ese detalle cuenta.
Justo ayer, cuando batallaba por encuadrar el tema de esa columna, recordé el tema, pues un amigo periodista propuso en Facebook una iniciativa para dejar de llamarles “amigos” a políticos y funcionarios. “Creen que con sobarte el lomo ya la hicieron, y que eso les da derecho a reclamarte algo cuando quieras. Somos amigos cuando te ocupan, pero cuando los ocupas son servidores públicos celosos de su deber”, me explicó.
Su queja es creíble. Una gran cantidad de personajes públicos en el Nayarit de hoy no recorrieron el escalafón tradicional, que servía para que aprendieran reglas escritas y no escritas. La meritocracia, como le llama Porfirio Muñoz Ledo. De ahí que su actuación sea desabrida, les falta tacto, son burdos. Quizá sean eficientes en sus labores oficiales, pero el crecimiento que usualmente iba aparejado con la función gubernamental no lo vemos. Por ello les auguro un futuro incierto en la política. Se acabará el sexenio y su red de amigos no crecerá.
En ese entorno, tiene mucho más brillo las acciones de relaciones públicas que tienen esos tres o cuatro hombres diestros en hacer amigos –Ney González, Gerardo Gangoiti, Héctor Béjar, entre otros pocos, muy pocos-, aunque a veces no llamen al celular correcto.
DE BUENA FUENTE: Campañas: Interesante planteamiento hizo la señora Martha Elena García con sus 10 compromisos legislativos, un hecho que sorprendió a muchos. En el lado del PRI también hay que valorar la interesante apuesta que hizo Jocelyn Fernández, al patentizar ahora su reconocimiento al trabajo de Roberto Sandoval, una acción sustentada en la popularidad que el alcalde registra en las encuestas.
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