Debo confesar que me impresionaron las cifras del V Informe de Ney González. Muchos logros en materia de salud, de educación, en protección del entorno ecológico, en desarrollo económico y, en específico, en materia de turismo e inversiones en este rubro.
Solamente cuando se presentan en forma de compendio puede uno aquilatar lo que el gabinete, o –mejor dicho- los cuadros técnicos del gabinete han hecho. Cada dato citaba la fuente, para que no hubiese dudas respecto a posibles autoelogios.
El problema que cuesta trabajo entender a muchos elementos leales al sexenio de Neyes que la estadística exitosa, por sí, no impacta en gente que emite sus veredictos en base a emociones, en base a su bolsillo, en base a reacciones subjetivas (enfado, molestia, repudio).
Hace días, me llamó la atención que la buena –y sorprendente- calificación a la gestión deNey (un 76, en base 0-100) medida por Roy Campos haya causado tanta polémica en redes sociales. Al Director de Consulta Mitofsky le llovieron críticas vía Twitter, mismas que respondió con ejemplar tolerancia. En mediciones recientes los veredictos populares eran otros; la diferencia es de algunos 25 puntos hacia abajo, es decir, un contraste notable. Ese es el origen de la incredulidad de no pocos.
VOX POPULI: UN ASUNTO DE PERCEPCIONES
Lo cierto es que frente a las metas cumplidas trazadas en el Plan Estatal de Desarrollo, el manejo de las percepciones no fue el idóneo. Hubo yerros que afectaron la credibilidad en las instituciones y generaron molestias innecesarias.
Para ser didácticos, hay que entender que el origen de los problemas de imagen gubernamental se gesta en el quehacer que desarrollaron los “rudos” del gabinete, es decir, quienes se encargaron de la operación política, de las áreas de seguridad pública y justicia, de la agenda legislativa, y de ese ente electoral denominado “la ola roja”.
Ellos diseñaron los criterios autistas para marginar del diálogo a los “emisarios del pasado”, que a la vuelta de 4 años demostraron estar tan vigentes en el presente (¿y futuro?) como cualquier otra corriente política.
Fueron ellos quienes optaron por otorgar la dirección de las fuerzas de seguridad y la fiscalía local a elementos ortodoxos que sustrajeron a Nayarit de la dinámica nacional depuradora de corporaciones policíacas. Aquí nadie buscó cambiar para progresar.
También ellos son quiénes cincelaron “soluciones” jurídicas –como el amparo local, la ley mordaza o ley Quiqueto, un Instituto de Transparencia no colegiado, o un Pleno de 17 magistrados en el Tribunal de Justicia- deslegitimadas, mediante procesos intramuros nada incluyentes.
Y por supuesto que hay que endosarles a ellos la responsabilidad de haber catapultado a puestos administrativos y políticos a hombres y mujeres sin perfil para los quehaceres públicos. Chivo en cristalería. El desdoro cayó sobre muchos de sus recomendados, y –por ende- sobre sus padrinos y protectores.
Debe ser frustrante para una parte del equipo de colaboradores de Ney, el bando técnico –Felipe Prado, Héctor Ibarra, Roberto Mejía, Edwin Hernández, Alonso Villaseñor, Gerardo Gangoiti, Jorge Aníbal Montenegro-, ver que su plausible obra institucional no sea aquilatada por las masas por culpa de las pifias, ineficiencias, incompetencias y abusos de otros.
En el imaginario colectivo pesa mucho más una multa cobrada indebidamente, los caso visible de corrupción, un abuso policial, las reyertas políticas, las declaraciones poco afortunadas, los gastos superfluos, las designaciones endogámicas, las gasificaciones innecesarias, algún diezmo, o la miopía oficial frente a las irregularidades, que la mejor obra pública, los programas masivos, o los blasones por buena numeralia gubernamental.
Y en concreto, la gestión de las emergencias en materia de seguridad pública será definitiva para que la sombra de los “rudos” opaque –si es que no se hace algo extraordinario para recomponer el rumbo- los muchos e indiscutibles logros que en 63 meses ha conseguido el bando de los “técnicos” del gabinete de Ney González.
DE BUENA FUENTE: Sorpendió la presencia de Guadalupe Acosta Naranjo en el V Informe de Ney González el viernes pasado. Lo cierto es que sus currículums aparecen dos datos similares: haber sido diputados locales en las Legislaturas 23 y 25. Seis años compartiendo escenario.